Digo “esto” porque jamás por mi mente pasó que nos tocaría vivir esta época donde todo es incertidumbre, hoy pensamos una cosa y mañana será otra la realidad, para mí una cosa, para otros otra… en fin, sin entender “esto”.
He decidido detener el tiempo y pensar en los días que han pasado en esta cuarentena, trato de imaginar cómo será nuestra vida después, definitivamente no seremos los mismos, nadie podrá ser la misma persona, todo cambiará: en nuestras rutinas, nuestra forma de vivir, cómo vamos a compartir y lo que he de extrañar serán los abrazos, los abrazos sinceros y cariñosos que nos brindan los niños cada mañana, que ya era parte de mi vida.
En varias oportunidades escuché: “un niño debe recibir doce abrazos al día” ¿por qué?
Desciende la presión arterial, consigue que el cerebro libere dopamina, la hormona del placer, oxitocina, hormona del amor y baja el nivel de estrés.
Necesitamos más abrazos de los que podamos imaginar…
Los abrazos son mágicos, te secan las lágrimas, nos hacen sentir amados, fortalecidos, seguros y felices.
Entonces, ¿qué vamos a hacer si no nos podemos abrazar? abracémonos con el alma, dibujemos abrazos en la memoria, no pasemos un solo día sin abrazar fuertemente y con amor.
Aunque cueste entenderlo, los abrazos no sólo se pueden dar con los brazos, no es sólo un corazón frente a otro para sentir los latidos, se dan con la mirada, preguntando cómo se encuentra, qué te preocupa, cómo te sientes, qué te pasa, este tipo de abrazo, nosotros los docentes los podemos dar todos los días en todo momento.
Queridos amigos, alumnos, compañeros, no perdamos la oportunidad de hacer crecer un corazón con un abrazo, no importa el tamaño, lo importante es hacer que ese abrazo llene la vida de cosas hermosas de quien lo da y de quien lo recibe.
“No regresaremos igual, regresaremos fortalecidos”. -Eduardo Montano
“No subestimes un abrazo. Su falta puede hundir y su presencia rescatar”. -Brunori
